El calor extremo está en las noticias en todo el mundo. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU, la primera semana de julio fue la semana más calurosa que se tenga registro, elevando el promedio mundial diario en 17.08° Celsius.

En 2022, la temperatura de la superficie de la Tierra fue1.06 °C más cálida que en el período preindustrial (1880-1900).

En EU, el desierto del Valle de la Muerte de California alcanzó los 53°C y Phoenix alcanzó los 46°C, marcando 18 días seguidos con temperaturas superiores a los 43°C. La ciudad de Sanbao, en el noroeste de China, registró un récord nacional (52°C).

En Europa, los incendios forestales se produjeron después de una ola de calor con temperaturas de hasta 48°C en España, Portugal y Francia. En 2022, más de 60 mil muertes fueron provocadas por el calor, y para este año la Agencia Espacial Europea-ESA pronosticó que el número de víctimas sería aún mayor.

En junio pasado, los 32 estados mexicanos experimentaron una inusual ola de calor larga e intensa, 22 de ellos con temperaturas superiores a los 40°C durante varios días, alcanzando el récord más alto en Mexicali y el Valle del Yaqui por encima de los 50°C.

La ola de calor se cobró más de 100 vidas en sólo un par de semanas, pero es muy probable que esta cifra esté subestimada, ya que los registros médicos y las autoridades no atribuyen en muchas ocasiones  esos fallecimientos al calor sino a otras causas de las cuales las altas temperaturas son detontantes.

Esto no es exclusivo del hemisferio norte. A principios de este año, durante el verano del hemisferio sur, partes de Australia alcanzaron temperaturas cercanas a los 45°C; más de 40 grandes incendios forestales en Nueva Gales del Sur representaron una seria amenaza para un tercio de los australianos.

En Melbourne, el Abierto de Australia ha sido suspendido varias veces durante los últimos años debido al calor agobiante.

En el verano de 2022, docenas de ciudades en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay tuvieron temperaturas más altas de lo habitual que oscilaron entre 40° y 45°C, y en marzo de este año, las temperaturas del centro-este de Argentina fueron entre 8°C y 10°C más altas que el promedio registrado, lo que no tiene precedentes en la historia climática del País.

Cada año, la situación empeora, ya que el mundo continúa calentándose debido a los efectos cada vez más devastadores del calentamiento global y el cambio climático.

El calor extremo ya no afecta sólo a aquellos lugares que tradicionalmente tienen temperaturas altas. El verano pasado, el mundo se sorprendió al ver que Londres alcanzaba los 40°C, y la pista del aeropuerto de Luton se cerraba porque se estaba derritiendo. Hoy en día, el calor extremo también es una amenaza mayor en aquellos lugares que no están preparados para él (menos del 5% de los hogares en el Reino Unidotienen aire acondicionado).

A pesar de haber trabajado en el cambio climáticodurante muchos años, me sorprendió saber que el calor extremo mata a más personas que todos los demás peligros provocados por el cambio climático combinados.

Pocas personas conocen sus efectos mortales, ya que el calor no es visualmente impactante como los huracanes, las inundaciones o los incendios forestales, por eso se le conoce como el «asesino silencioso».

El mundo está entrando en una fase de crisis de salud pública, cada persona en el planeta está en riesgo de sufrir los impactos del calor extremo.

La capacidad del cuerpo humano para regular su temperatura se ve obstaculizada cuando se expone a condiciones más calientes que el promedio, lo que lleva a un golpe de calor, insuficiencia cardiaca y renal, sólo por nombrar algunos.

The Lancet realizó un estudio en nueve países, en el que se estimó que 356 mil muertes estuvieron relacionadas con el calor en 2019.

La letalidad del calor extremo, junto con la forma en que afecta de manera desproporcionada a la población más vulnerable (ancianos, personas sin hogar, trabajadores externos, mujeres y niños), y cómo afecta la economía y el empleo, exigen una movilización global urgente para hacer frente a este desafío creciente.

Afortunadamente, se pueden implementar varias medidas eficaces, particularmente en las ciudades, donde el problema es aún más grave debido al «Efecto Isla de Calor Urbano», por el cual la infraestructuraconstruida, la contaminación y la vegetaciónreducida hacen que las áreas urbanas sean más cálidas que las rurales.

Desde el desarrollo de programas de techos frescos para reducir la temperatura interior, el uso de materiales fríos en los pavimentos para reflejar el calor en lugar de absorberlo, hasta la plantación masiva de árboles para brindar sombra, muchas ciudades están encontrando soluciones fáciles de implementar para salvaguardar la vida de sus ciudadanos.

Las olas de calor deberían contar con sistemas de alerta temprana como los han tenido los huracanes durante muchos años.

Dar nombre y categoría a las olas de calor, alerta a la población de manera oportuna, los gobiernos locales pueden dotar de albergues comunitarios con aire acondicionado, colocar puntos de hidratación en distintos puntos de las ciudades, registrar a las personas vulnerables, como los adultos mayores que viven solos, e implementar otras medidas que son fundamentales para enfrentar esta realidad.

La innovación es clave. El Centro de Resiliencia de la Fundación Adrienne Arsht-Rockefeller se asoció con la ciudad de Sevilla en España, universidades locales y ONG para desarrollar un sistema de categorización y nomenclatura de olas de calor basado en los impactos esperados en la salud, que en 2022convirtió a «Zoe» en la primera ola de calor nombrada en el mundo.

El sistema ha demostrado ser un mecanismo exitoso de alerta temprana para comunicar a la población la magnitud de la amenaza y para que las autoridades locales implementen medidas de protección oportunas y preparen mejor las respuestas de emergencia.

Dada la intensidad de la temporada de calor de este año, Sevilla ya ha vivido dos olas de calor que cumplían los criterios de riesgo para recibir un nombre: Yago y Xenia.

Al implementar este tipo de acciones, las ciudades están dando pasos audaces y probando soluciones sobre el terreno que deberían ser perfeccionadas, ampliadas y replicadas por diferentes niveles de gobierno en estrecha colaboración con todos los sectores de la sociedad para hacer frente a los efectos del calor extremo.

Y, sobre todo, acelerar los pasos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Estos fenómenos, sumados a los últimos datos disponibles, demuestran que el mundo aún está lejos de la trayectoria que nos permitirá evitar una catástrofe climática en este siglo.

Las temperaturas seguirán aumentando como un efecto irreversible del cambio climático, y tomar medidas serias para reducir las emisiones de carbono es la única forma de reducir el ritmo con el que el «asesino silencioso» expande sus catastróficas consecuencias.

Con información de Reforma.

Por: Felipe Calderón. *Ex Presidente de México y nombrado Embajador Global de Heat Action por el Centro de Resiliencia de la Fundación Adrienne Arsht-Rockefeller, una institución líder que trabaja en el calor extremo en todo el mundo.

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