Nos duró poco, a las y los oaxaqueños, el disfrute del espacio público.

La mañana de este sábado, el Zócalo de la ciudad, recuperado apenas hace 16 días, ya fue invadido.

La temporada decembrina era de las épocas más redituables para este grupo de personas, quienes se ostentan como desplazados triquis, pero hicieron del comercio un negocio muy lucrativo.

En su enojo por haberles quitado el mercado público que habían instalado durante 12 años en el Zócalo, han estado realizando diversas protestas.

Pero ahora, otra vez invadieron el zócalo.

La noche de este viernes, colocaron casas de campaña, ocuparon el escenario instalado para conciertos y programas que brevemente disfrutaron las y los oaxaqueños.

Colocaron con cinta lo que consideran su espacio y nuevamente impiden el libre tránsito a las personas por este lugar: prohibido el paso, se lee en la cinta amarilla.

La recuperación del Zócalo abrió un debate respecto del uso público para el comercio ilegal, como el que realizaba este grupo de personas que, por enésima ocasión, rechazó la propuesta de retorno a sus comunidades.

Lo que piden es que se les permita instalar nuevamente sus puestos de mercancía, en su mayoría pirata, en el Zócalo de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de la población rechaza esta situación.

No están en contra, como dicen, de sus planteamientos como etnia, pero sí en contra del abuso que han hecho de su condición para presentarse como víctimas, vivir del gobierno y del comercio por el que no pagan impuestos, durante 12 años.

Fueron solo 16 días y lo que se había anunciado como un acierto resultó un fracaso.

Ahí está nuevamente ocupado el Zócalo de la ciudad, con un escenario montado en el que participan niñas, niños y ancianas, mujeres que visten sus trajes típicos y le gritan represor al gobernador Salomón Jara, y cuestionan al secretario general de Gobierno, Jesús Romero López y al presidente municipal, Francisco Martínez Neri.

Supuestamente iniciaron una huelga de hambre, una veintena de mujeres que aprendieron también el activismo, incluso digital, desde donde se presentan como víctimas.

Más allá de los políticos inoperantes, y el rechazo a algún tipo de acuerdo con este grupo de comerciantes triquis que insiste en que son desplazados sin querer volver a su lugar de origen, quien pierde el espacio público es la sociedad, ya que con el plantón vuelve el baño público y la venta de marihuana y mercancía pirata al Zócalo.

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