El presidente Andrés Manuel López Obrador está a gusto con los halcones del Banco de México.

Le gusta presumir al peso fuerte frente al dólar y desea que bajen las presiones inflacionarias para que pueda asegurar que fue todo gracias a su programa antiinflacionario. Alguien tratará de explicarle que eso es producto de la política monetaria restrictiva que sin titubeos ha asumido el banco central, él hablará de su logro personal.

Y como en materia de crecimiento él y sus otros datos aseguran que este año vamos a crecer a 4%, pues realmente no le hace mella que el dinero tan caro pueda inhibir la expansión económica.

López Obrador critica agriamente a los neoliberales y tecnócratas, pero gusta de las políticas más ortodoxas de disciplina fiscal y monetaria, aunque en el discurso asegure lo contrario.

De hecho, hoy la Junta de Gobierno del Banco de México podría ser un caos del populismo si el Presidente pensara de otra forma. Porque hoy, cuatro de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno del banco central fueron propuestos por el propio López Obrador.

Ahora, es un hecho que el Banco de México es menos protagónico y vocal tras la llegada de Victoria Rodríguez Ceja como gobernadora.

No solo por su ausencia total como una voz financiera de peso, sino incluso con la renuncia del Banxico a proyectar sus decisiones futuras en los anuncios de política monetaria. Eso sí es una lástima.

Ese hueco en la comunicación del banco lo han llenado básicamente dos de sus subgobernadores. Literalmente, de un lado, Jonathan Heath y del otro, Gerardo Esquivel.

Heath, defensor del poder de las herramientas monetarias para controlar la inflación, claramente ha chocado con las opiniones de Esquivel, quien se inclina a equilibrar la inflación con el crecimiento.

Solo que, a diferencia de algunos economistas y políticos de izquierda, López Obrador no comulga con la idea de tolerar inflaciones más altas a cambio de procurar una tasa más alta de crecimiento.

En esta época en que la Junta de Gobierno ha tenido que asumir una postura más restrictiva la voz discordante más clara ha sido la de Gerardo Esquivel quien en repetidas ocasiones ha votado en contra de incrementos tan altos al costo del dinero.

Y es justamente el subgobernador del autónomo Banco de México, Gerardo Esquivel, quien recibió la instrucción presidencial de hablar con el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, para que le consiguiera un nuevo trabajo.

Sin sutilezas, lo mandaron como candidato sustituto a una elección, que México tenía perdida, para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo y con ello dejaron debilitado al subgobernador disidente con miras a tomar una última decisión de política monetaria a mediados de diciembre.

No es posible afirmar con contundencia que la 4T no ha debilitado la autonomía del Banco de México, como lo ha hecho con el resto de las instituciones y como ahora mismo lo intenta con el Instituto Nacional Electoral. Pero al menos en el caso del banco central la visión neoliberal de López Obrador coincide con los expertos y el sentido común del lugar donde debe moverse hoy la política monetaria.

En el caso del banco central la visión neoliberal de López Obrador coincide con los expertos y el sentido común del lugar donde debe moverse hoy la política monetaria.

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