“Por todo lo que vivimos con Covid-19 hemos tenido grandes aprendizajes y uno de ellos es que las vacunas cambian el rumbo de la humanidad, que salvan vidas. Desde que se han formado, han cambiado infancias; antes de ellas, solo cuatro de cada diez niños llegaban a los cinco años y entendimos que hay que vacunarlos, ahora con la pandemia estamos entendiendo que también puede cambiar la vida de los adultos y de adultos mayores, se trata de la conciencia de la prevención”, dice la infectóloga Gloria Huerta.

Médico infectóloga Gloria Huerta. Foto: Cortesía

Las vacunas son una de las mayores innovaciones científicas de todos los tiempos. En el último siglo, nos han permitido vislumbrar el fin de la poliomielitis y nos han ayudado a erradicar la viruela. Gracias a las vacunas, miles de millones de personas viven sanas y protegidas de enfermedades que se pueden prevenir con vacunas, como el sarampión y la tos ferina. Por ello cada año la Organización Mundial de la Salud promueve la Semana Mundial de la Inmunización, en 2022 se conmemora del 25 al 30 de abril.

Solo en los últimos 30 años la mortalidad infantil ha disminuido en más de un 50%, gracias en gran parte a las vacunas. Pero los adultos también se han visto beneficiados, las vacunas ayudan ahora a proteger contra más de 20 enfermedades, desde la neumonía hasta el cáncer del cuello uterino y el ébola.

En el marco de este recordatorio, México acaba de aprobar una vacuna recombinante contra herpes zóster producida por los laboratorios GSK, para hablar de ello El Economista pudo platicar con la doctora Gloria Huerta, infectóloga, pediatra, maestra en Ciencias Médicas y gerente Médico de Vacunas en dicha empresa.

Ella explica que el herpes zóster es consecuencia de haber padecido varicela. “Todos aquellos que la padecimos vamos a conservar ese virus de varicela zóster y se queda en nuestro organismo por el resto de nuestra vida en zonas sensoriales”. Conforme envejecemos, también lo hace el sistema inmune (inmunosenescencia), esto hace que en ciertas condiciones, de estrés, de depresión, o enfermedades que se van agregando a nuestro cuerpo, este virus reaparezca.

Su característica es que es similar a la varicela, pero de forma localizada en zonas sensitivas ( principalmente tronco, pecho, pero también en cara, glúteos, etcétera). “Son vesículas con agua, que en el momento agudo son muy dolorosas y pueden generar comezón, incluso hay ocasiones en que los medicamentos para el dolor no son efectivos, el daño puede durar por meses o años (neuralgia posherpética) y puede impactar la calidad de vida por las sensaciones que deja”.

Incluso, con una reactivación en nervios al lado del ojo, por ejemplo, se podría perder la vista; alrededor del oído, la audición, depende de múltiples factores para que el riesgo sea mayor o menor.

En México, la incidencia de herpes zóster se calcula en alrededor de 220,000 casos al año: el riesgo estimado de desarrollar esta enfermedad a lo largo de la vida es de 10 a 20%, aunque en el caso de los adultos mayores de 75 años supera los 10 casos por cada mil personas al año, mientras que en el caso de personas que viven con VIH la incidencia llega a ser de 29.4 casos por cada mil habitantes al año.

La también jefa de Epidemiología Hospitalaria del Hospital Trinidad, asegura que al ser una enfermedad infecciosa, podemos contar con vacuna, la tenemos (varicela) y se aplica al primer año de vida con esquema de dos dosis, esto evita que aparezca en un 90% la enfermedad, pero si ya padecimos varicela, ahora tenemos que prevenir que aparezca herpes zóster.

Aunque previamente existía una vacuna contra este padecimiento, era con tecnología similar a la de la varicela, es decir, que se utilizan virus vivos atenuados, pero la especialista profundiza: “Esto conlleva un riesgo conforme envejecemos, pues disminuye nuestra inmunidad y con virus vivos, la inmunidad puede ser tan baja o comprometida, que aplicar una vacuna de estas características puede conllevar el riesgo de producir la enfermedad, por ello existen algunas contraindicaciones para ciertos grupos”.

Con este escenario, fue que los investigadores decidieron buscar nuevas opciones de tecnología. Se decidió por una vacuna recombinante, “es de las más frecuentes, la primera que tuvimos fue contra hepatitis B, la VPH y estas es una tercera opción”, esto significa que se escoge el material genético del virus que produce la proteína, que genera los anticuerpos y nuestras defensas “ese pedacito de material genético (ADN), lo llevo a otra célula, para que produzca esta proteína, purifico exclusivamente esa proteína y así no tengo la capacidad infectante, no es un virus vivo, solo la proteína producida recombinando ADN, en este caso tiene un adyuvante, que potencializa el efecto inmunológico”.

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