En 2024, el agujero de ozono sobre la Antártida alcanzó su menor tamaño en los últimos cinco años, lo que indica signos de recuperación, aunque aún hay mucho por hacer.

Según datos de la NASA y la NOAA, el agujero de ozono alcanzó su tamaño máximo el 28 de septiembre, cubriendo 22.4 millones de kilómetros cuadrados. Esta extensión es significativamente menor que en el año 2000, cuando el agujero era un 50% más grande y el nivel de ozono era más bajo.

Un avance logrado gracias a la cooperación global.

La capa de ozono es crucial para protegernos de la radiación ultravioleta solar, que puede afectar tanto la salud humana como el medio ambiente. En la década de 1970, la disminución del ozono se atribuyó al uso de clorofluorocarbonos (CFCs) en aerosoles y refrigerantes, lo cual motivó la creación del Protocolo de Montreal en 1987, un acuerdo internacional que prohibió estos compuestos.

A pesar del progreso, los niveles de ozono aún no alcanzan los de 1980. Este año, se registraron 107 unidades Dobson, en comparación con las 225 unidades típicas de 1979. Los científicos prevén que el agujero de ozono podría cerrarse por completo para 2066, y que los niveles globales de ozono se recuperarán para 2040.

Este progreso subraya el impacto positivo de la acción colectiva. Ideas innovadoras, como la propuesta de enfriar la Tierra dispersando diamantes en el cielo, y recientes descubrimientos científicos, como una nueva fuerza magnética que podría revolucionar la tecnología, reflejan el potencial de la ciencia para enfrentar desafíos globales.

La recuperación de la capa de ozono es un ejemplo alentador de cómo la cooperación internacional puede revertir daños ambientales. Sin embargo, es esencial seguir fortaleciendo estos esfuerzos para proteger el planeta para las futuras generaciones.