El 9 de 1932 fue descubierta la ofrenda de la Tumba 7 por Alfonso Caso, su esposa María Lombardo e hijas y otras personas que conformaban su equipo de trabajo.
Corre el año de 1932 y en la cima del llamado “Cerro del Jaguar” del estado de Oaxaca trabajan Alfonso Caso, su esposa, las hijas de ambos y otras personas en un proyecto que para entonces llevaba más de un año.
Aún no imaginan la importancia del hallazgo arqueológico que estaban por descubrir, uno de los más espectaculares de la historia de la arqueología mexicana”, así describe el Instituto Nacional de Antropología e Historia lo que sucedía en enero de aquel año, cuando Caso y su equipo descubren la Tumba 7 de Monte Albán, el que “daría pie a la institucionalización de la protección del patrimonio cultural” de México.
Este 9 de enero se cumplen 92 años de aquel espectacular hallazgo, uno que inició días antes con la exploración de un montículo que guio las excavaciones hasta encontrar primero unos objetos rituales, como un caracol marino que se cree que servía como trompeta.
Caso y su colaborador más cercano, Juan Valenzuela, comprendieron que estas piezas eran objetos de una ofrenda, de una tumba, de una tumba de gran importancia”, relata el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en un video que a propósito del aniversario del descubrimiento de la Tumba 7 recoge estos momentos del hallazgo. Uno que dio lugar a la creación del mismo INAH y a las políticas para cuidar y preservar el patrimonio.
Pasan varios días. Son las 4:00 de la tarde del 9 de enero, una fecha inolvidable. Es momento de levantar las piedras que forman la bóveda de la segunda cámara. Alfonso Caso logra ver entre la penumbra un cráneo humano y una copa de cristal de roca”, describe el video, para luego sorprender con que “ya dentro de la tumba se revelan huesos, cuentas de oro, cascabeles” y “cerca de la puerta, una diadema y junto a ella un adorno de oro en forma de pluma con el hallazgo de un cráneo decorado con mosaico de turquesa”.
Este hallazgo representó uno de los hallazgos más importantes en el país y Latinoamérica e incluso en el mundo, que duró varios días de exploraciones de la tumba por parte de Caso, Valenzuela, Bazán y las demás personas. Pero el trabajo no quedó ahí sino que siguió por mucho tiempo para registrar todos los objetos de la Tumba 7, cuyos objetos se encuentran en el Museo de las Culturas de Oaxaca.
Cientos de ellos están en la sala del mismo nombre, reinaugurada en el año 2019 y cuyas investigaciones y mantenimiento se mantienen.
Los objetos de la Tumba 7, considerados tesoros, dan cuenta así de las culturas prehispánicas que se asentaron en los actuales valles de Oaxaca.
Los restos óseos hallados en la tumba fueron interpretados en su momento como el entierro de un personaje principal, el de un enfermo que padeció un tumor en el cerebro” y que estaba acompañado de otros individuos, prosigue el INAH.
Sin embargo, aclara que en la actualidad se sabe que la tumba y las urnas exteriores a la cámara fueron realizadas por los zapotecos antes de la dominación de los mixtecos. “Contrario a lo que Caso creía, se ha podido comprobar que las osamentas encontradas corresponden a distintos individuos y que, a manera de depósito ritual, fueron colocadas en la tumba”.
Más allá de su valor artístico y belleza, el INAH refiere que el hallazgo de la Tumba 7 y la ofrenda de esta marcaron la pauta para valorar el pasado de México y empezara a cuidarlo. “Este acontecimiento detonó que dos años más tarde se promulgara una ley sobre la protección del patrimonio y 7 años después la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia”.