Expertos reclaman que se prohíba el tabaco en todos los automóviles después de que un estudio descubra una peligrosa acumulación de los compuestos más dañinos en los vehículos de los fumadores.
Fumar mata. Al fumador y a los que tiene alrededor. Arrasa la salud de todo lo que encuentra a su paso. El consumo de tabaco azuza la aparición de hasta 16 tipos de cáncer y, en concreto, está detrás del 80% de los tumores de pulmón, además de ser factor de riesgo para otras dolencias cardiovasculares o neumológicas. Pero no daña solo al que da la calada al cigarrillo, sino también a los que están al lado: la comunidad científica ha constatado que los no fumadores que están expuestos de forma cotidiana al humo del tabaco tienen hasta un 20% más de riesgo de cáncer de pulmón y un 25% más de peligro de infarto. Las directrices globales de salud pública llevan años poniendo coto al cigarrillo con espacios libres de humo (escuelas, hospitales, el interior de restaurantes y discotecas…), pero hay un lugar que aún se resiste a entrar en ese saco: el coche privado. Y no será por los riesgos. Un estudio reciente encontró una alta concentración de nicotina y nitrosaminas,que son los cancerígenos del tabaco, en el aire y la superficie de los vehículos de los fumadores. La exposición es corta —lo que dure el viaje—, pero más intensa y afecta a todos los ocupantes, advierten los expertos.
El poder dañino del hábito tabáquico no se para en la calada ni entiende de fumadores activos o pasivos, advierte Esteve Fernández, jefe de la Unidad de Control de Tabaco del Instituto Catalán de Oncología (ICO). “La exposición pasiva es mala para la salud. Lo sabemos desde los años noventa”, apunta. Por ejemplo, aumenta el riesgo de cáncer de pulmón, de infarto o de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), así como también agudiza los cuadros de asma. En niños, incrementa el riesgo de otitis agudas de repetición, asma e infecciones de las vías respiratorias. “Y también hay un efecto del tabaquismo pasivo en embarazadas y fetos: la gestante expuesta pasivamente tiene más riesgo de que el bebé nazca con bajo peso y tenga un grado de maduración pulmonar inferior”, agrega Fernández.
En sitios cerrados, pequeños y con escasa ventilación, aumentan los niveles de exposición al humo ambiental, que surge de la quema del cigarrillo y de lo que exhala el fumador. Y los riesgos también crecen. Fernández es uno de los firmantes de un estudio coordinado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona y publicado en la revista Environmental Research en el que miden las concentraciones de nicotina en el aire y las nitrosaminas, que son los cancerígenos del tabaco, en vehículos privados de España y Reino Unido. También se midieron algunos compuestos en polvo sedimentado en las superficies de los coches. “Es una exposición puntual, poco tiempo (entre 15 minutos y una hora), pero con exposiciones que son entre seis y 12 veces más altas que las que se dan al aire libre. Es una exposición corta, pero intensa y repetitiva. Y la exposición es acumulativa”, alerta Fernández. Un estudio de 2011 de este mismo investigador estimó que la prevalencia del consumo de tabaco en los vehículos fue del 5,5% y el 2,2% de los pasajeros menores de 14 años estuvieron expuestos al humo ambiental dentro del coche.
“Es una exposición puntual, pero intensa y repetitiva. Y la exposición es acumulativa”Esteve Fernández, Instituto Catalán de Oncología
En este nuevo estudio, los investigadores de Barcelona midieron, entre otras variables, las concentraciones de nicotina, que es el componente adictivo del tabaco. El experto del ICO matiza que nadie se vuelve adicto a la nicotina como fumador pasivo, “aunque a los exfumadores, cuando inhalan el humo del tabaco de forma pasiva, se les despiertan todos los recuerdos y hay más riesgo de que vuelvan a fumar”, apostilla. “La nicotina la usamos porque es el mejor indicador de que allí se ha fumado, pero además, la que va en el humo ambiental, se empieza a oxidar al entrar en contacto con el oxígeno del ambiente y pasa a formar parte de las nitrosaminas específicas del tabaco, que son los cancerígenos del tabaco que se producen cuando combustiona el tabaco en el cigarrillo y cuando la nicotina se oxida”, explica el investigador del ICO.
Las concentraciones de nicotina y nitrosaminas eran mucho más altas en los vehículos de personas que fumaban dentro del coche. Y la ventilación del automóvil no elimina la exposición al humo del tabaco ajeno, advierten los científicos. “Cuando el coche está en marcha y circulas con las ventanillas a medio abrir, las concentraciones bajan un poco delante, pero se mantienen igual atrás. El medidor de concentración donde estaría sentado un niño pone los pelos de punta”, valora Fernández. Ana Navas-Acien, investigadora del Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), coincide en que abrir las ventanillas no es suficiente: “El coche es un espacio muy pequeño y al fumar ahí, el aire contaminado se concentra y las personas tienen menos posibilidades de evitar respirar ese aire con hasta 50 carcinógenos. Abrir ventanas no ayuda porque el aire no llega a salir y no se eliminan estos tóxicos”.