La presión mediática por encontrar una culpable la llevó a prisión. Ella siempre negó ser la asesina serial que la autoridad estaba buscando. Ni siquiera la captura de la verdadera culpable en 2006 la sacó de la cárcel. Los expedientes desclasificados revelan ahora una montaña de irregularidades y opacidad
La pesadilla de Araceli Vázquez García comenzó el 1 de abril del año 2004, cuando su imagen se coló en los hogares de millones de mexicanos a través de las pantallas de televisión. El rostro descubierto de esta mujer de 1,56 centímetros de altura, 39 años, tez morena y ojos pequeños quedaría ligado desde ese momento al mote de La Mataviejitas.
Aquel día, las autoridades y los medios la relacionaron con una ola de homicidios de adultas mayores que tenía en vilo a la capital del país. La Procuraduría General de Justicia del entonces Distrito Federal comunicó que Vázquez dejó su huella en el vaso en una escena del crimen y que la familia de la víctima, Gloria Enedina Rizo Ramírez, de 81 años, había reconocido joyas en posesión de la inculpada. Una versión que después se caería. Los registros visuales de estos acontecimientos forman parte del documental La Dama del Silencio, el caso Mataviejitas, producido por Mezcla y publicado en Netflix.
A inicios de la década del 2000, la Procuraduría local enfrentaba el mayor reto de su historia: detener a la persona que con inusual crueldad estaba asesinando de manera serial a mujeres de entre 70 y 90 años en sus propias casas. Al menos 20 ancianas habían sido estranguladas de 1998 a inicios de 2004, y la presión mediática y preocupación de los capitalinos por sus “abuelas” aumentaba.
Vázquez aceptó desde el primer día que ella había cometido varios robos, pero también negó ser la asesina serial que estaban buscando. 30 asesinatos después de su detención —en un lapso de 1 año y 10 meses— le darían la razón. Juana Barraza, de entonces 48 años, fue capturada in fraganti el 25 de enero de 2006, cuando acababa de estrangular a Ana María de los Reyes Alfaro, de 82 años, en su domicilio de la colonia Moctezuma. Desde esa fecha, los asesinatos contra adultas mayores cesaron.
Barraza sería sentenciada por 16 homicidios con el mismo modus operandi: uno de ellos fue precisamente el de Gloria Enedina (ocurrido en octubre del 2003), al cual Vázquez fue ligada cuando la presentaron ante los medios. Aquella huella encontrada en el vaso, la cual el subprocurador Renato Sales dijo que pertenecía a Vázquez, resultó ser de Barraza, por eso nunca le pudieron cargar ese crimen. Pero sí otro por el que paga una condena de 23 años 9 meses: el de Margarita Aceves Quezada, ocurrido el 5 de enero de 2004.
Más de 17 años después de que la justicia diera por cerrado el caso de La Mataviejitas, los expedientes judiciales desclasificados por primera vez de Juana Barraza y Araceli Vázquez revelan desaseo, manipulación y opacidad en la averiguación oficial, marcada además por decenas de detenciones arbitrarias
La investigación realizada para el documental muestra que Vázquez fue culpada por el homicidio de Aceves Quezada, pero las pruebas del expediente que este equipo tiene en su poder no son contundentes; y de hecho el modus operandi coincide con el que Juana Barraza quitaba la vida a sus víctimas, así como la descripción física aportada por testigos.
La “doctora”
Margarita Aceves fue estrangulada cuando tenía 75 años con un objeto de su propia casa, un cable de un radio-despertador, y no hubo cerraduras forzadas. Vivía en la Unidad Cuitláhuac en Azcapotzalco. Aquel día, su vecina Himelda tomaba el sol, cuando una mujer vestida de médico, de una estatura aproximada de 1.75 metros, tez morena clara, pelo corto, lacio, amarillo y cejas escasas, le preguntó si conocía a personas jubiladas que vivieran solas porque les iba a aumentar un 45% su pensión.
“Yo le respondo que sí (…) y le señalo la ventana del departamento de mi amiga Margarita”, se lee en la carpeta de investigación. Otra vecina de nombre Isabel encuentra a Himelda hablando con la “doctora”. Desde su departamento, las vecinas Martha y su hija Berenice observan la escena por la ventana. Finalmente, la mujer de bata blanca le pregunta a Margarita Aceves por su credencial de jubilada y ella accede a bajar y abrirle la puerta del edificio para llevarla a su departamento.
Al llegar la noche, las vecinas se extrañan de que las ventanas de Margarita estuvieran abiertas y sin luz al interior. El esposo de Martha logra entrar con un juego de llaves al departamento de Margarita y la encuentra sin vida. Las cuatro testigos de esta historia fueron citadas a declarar el 6 de enero, día siguiente al homicidio, y coincidieron en la descripción física de la sospechosa.
Tres meses después de este asesinato aconteció la detención de Vázquez, por lo que las vecinas de Margarita fueron llamadas nuevamente para ver si la reconocían a través de fotografías y la cámara Gesell, una habitación con falso espejo desde la que se puede ver a quien está dentro, pero no al revés. Araceli no fue identificada como la sospechosa que vieron con la víctima.
Una testigo incluso señaló que la mujer que visitó el complejo habitacional era más alta y Vázquez era “chaparra”. Durante un cateo a su casa en Acolman, Estado de México, la Procuraduría aseguró que ahí se encontró una bolsa con una peluca y una bata; además de un reloj que, según la averiguación de la Fiscalía, fue identificado por la sobrina de Margarita. Este objeto constituye la prueba principal contra Vázquez, quien siempre ha defendido que la bolsa y varios objetos le fueron sembrados en su vivienda por la gente del fiscal de Homicidios, Guillermo Zayas. De hecho, fue con esa peluca y esa bata como la presentaron en la multitudinaria rueda de prensa.
“Simplemente quiero que se esclarezca que yo no fui la que mató. Y las pruebas las tienen ahí. ¡He estado 18 años callada!” dice Araceli Vázquez, a quien al momento de su aprehensión, la autoridad intentó relacionarla hasta con cinco homicidios. “Yo solo robaba, y lo he dicho siempre”, dice en una entrevista que tiene lugar en el patio del penal de Santa Martha, la mañana del 23 de septiembre de 2022.
Por eso, cuando posteriormente Juana Barraza fue detenida, Vázquez se alegró. Las autoridades del DF cantaron victoria: habían atrapado a la verdadera Mataviejitas, un apelativo acuñado por la policía y la prensa que ya todo México usaba. Hubo ceremonias y medallas para los héroes; y toda la atención mediática se volcó en ella. Se trataba de una mujer alta y fuerte que se decía luchadora y que subía al ring, según ella misma, con el sobrenombre de La Dama del Silencio.
Para Vázquez era evidente que esa captura era la mejor prueba de que nunca había asesinado a ninguna anciana, y pensó que la justicia rectificaría y sólo la haría pagar por los robos. Pero Vázquez continúa desde hace 19 años en el penal de Santa Martha Acatitla, abandonada por el sistema de justicia. Además, otra mala jugada del destino le hace compartir esa prisión con Barraza, con quien dice llevar una relación “cordial”.
Olvidada y sin abogado
Hoy la mente de Vázquez es confusa. Son los estragos de casi 7.000 días en prisión. Sus ojos parecen apagados, su cabello sigue corto, pero ya es canoso. Aparenta más de los 57 años que tiene. Asegura que su hijo fue asesinado en un asalto, que su exmarido rehizo su vida y su hija vive lejos.
Dice que no ha tenido acceso a su expediente ni a sus sentencias, y que desde hace años no sabe nada de su abogado de oficio ya jubilado, a quien se buscó sin éxito; pero sí recuerda que la pena que le dieron fue de más de 40 años. Tal como la prensa lo reportó en 2004: casi 18 años por robos y 23 por homicidio. Pero Araceli asegura no saber siquiera el número de robos por los que paga, y tampoco el número y nombre de la o las víctimas mortales que le achacan.
La información actualizada que se obtuvo por diversas fuentes —entregada una vez cerrado el documental— coincide en que Vázquez compurga cinco procesos penales, uno de ellos el homicidio de Margarita Aceves, y otros cuatro por seis robos más, por lo que le quedan muchos años más por pagar.
“Si hubo un error judicial ahí, pues habría que repararlo. Y eso le corresponde ya a la Procuraduría actual y le corresponde también al Poder Judicial. Hay mecanismos para solventar el tema. Es muy lamentable. Pero otra de las cosas terribles en el contexto de las investigaciones es que hay errores y esos errores hay que reconocerlos y ser capaces de repararlos. Muchas veces no se hace por cuestiones mediáticas y políticas, pero hay que ser capaz de reconocer ‘me equivoqué’”, declara en entrevista el entonces subprocurador Renato Sales.
En este camino de arbitrariedades, otro caso llamativo es el de Jorge Mario Tablas Silva, quien en septiembre de 2004 fue procesado por cuatro homicidios de adultas mayores, de los cuales dos se le cayeron a la Procuraduría. Al igual que en el caso de Vázquez, una huella de Juana Barraza apareció en la escena del asesinato de una de las víctimas, María Guadalupe González Juanbelz, por el cual Mario ya había sido sentenciado. El expediente obtenido por este equipo de investigación muestra que las pruebas de su culpabilidad fueron falsas, pues supuestamente dos testigos lo habían identificado “plenamente”. Una de ellos, trabajadora del hogar de la víctima, incluso cambió convenientemente su testimonio de haber visto a una “mujer” con su empleadora, a haber visto a un “hombre disfrazado de mujer”. Mario, según el reportero Antonio Baranda, quien siguió su caso, murió en prisión.
Hoy, Juana Barraza es una especie de celebridad en Santa Martha y muchos medios siguen pidiéndole entrevistas que ella quiere cobrar. Araceli no ha recibido una sola visita en seis años, hasta hace poco nadie la quería entrevistar, y su deseo más anhelado es que alguien revise su caso.
El fiscal general Bernardo Rodríguez Alamilla informó que los sujetos implicados fueron contratados para cometer el crimen, por lo que se les considera como sicarios