Indignación, dolor y hartazgo por la violencia en Sinaloa marcan una jornada histórica de protesta ciudadana.

Hoy 23 de enero de 2025, la ciudad de Culiacán, Sinaloa, vivió una de las manifestaciones más conmovedoras y significativas de los últimos años. Cientos de ciudadanos se unieron en una marcha pacífica para exigir justicia por el asesinato de Antonio de Jesús Sarmiento Ruiz y sus hijos, Gael y Alexander, de 9 y 12 años. La tragedia que los arrebató ocurrió el 19 de enero, cuando la familia fue atacada por un comando armado en un intento de robo de vehículo, en el cual Antonio perdió la vida de inmediato y sus hijos, gravemente heridos, fallecieron poco después en el hospital.

El hecho desató una ola de indignación que se convirtió en un clamor ciudadano. Portando ropa blanca y pancartas con mensajes como “Con los niños no” y “Exigimos justicia”, los habitantes de Culiacán expresaron su hartazgo ante los niveles de violencia que han azotado a la región, especialmente en los últimos meses.

El recorrido: De la escuela al centro del poder político

La marcha inició frente a la Escuela Primaria Sócrates Matutina, donde estudiaba Alexander, el menor de los hermanos. Este lugar, cargado de simbolismo y recuerdos, se convirtió en el punto de reunión para amigos, familiares y ciudadanos solidarios. Desde allí, avanzaron hacia el bulevar Álvaro Obregón y llegaron al Ayuntamiento de Culiacán, donde instalaron un altar en honor a Antonio y sus hijos.

Veladoras, flores blancas y fotografías de las víctimas formaron un conmovedor memorial, que rápidamente se convirtió en un espacio de reflexión colectiva. Decenas de personas, con lágrimas en los ojos, expresaron su impotencia frente a un sistema que consideran incapaz de proteger a los ciudadanos más vulnerables.

El desenlace: Irrupción en el Palacio de Gobierno

La marcha, inicialmente pacífica, culminó en el Palacio de Gobierno de Sinaloa, donde un grupo de manifestantes, llevado por la desesperación y la ira, rompió cristales e ingresó al edificio. Dentro del recinto, causaron destrozos en oficinas gubernamentales y escribieron con sangre en el suelo mensajes como “¡Fuera Rocha!”, en referencia al gobernador Rubén Rocha Moya, a quien responsabilizan por la falta de seguridad en el estado.

El incidente, aunque polémico, refleja el profundo descontento social y la desconfianza hacia las autoridades. Para muchos de los asistentes, estos actos no fueron más que una manifestación del hartazgo acumulado tras años de violencia impune.

Contexto: Una región bajo asedio

El asesinato de Antonio y sus hijos ocurre en un momento crítico para Sinaloa, que vive una intensificación de la violencia tras la captura de “El Mayo” Zambada y el recrudecimiento de la lucha entre cárteles. En los últimos cuatro meses, los enfrentamientos armados, los asesinatos y los secuestros han convertido a la región en un escenario de guerra, dejando a la población civil atrapada en medio del conflicto.

Las cifras de homicidios en el estado han alcanzado niveles alarmantes, y la percepción de inseguridad entre los ciudadanos ha crecido exponencialmente. Este contexto, sumado al dolor por la tragedia de Antonio, Gael y Alexander, detonó la movilización de una ciudadanía que exige respuestas claras y acciones contundentes por parte del gobierno.

Las reacciones: Dolor colectivo y exigencias de cambio

El evento generó reacciones inmediatas en redes sociales, donde el hashtag #JusticiaParaAntonioYSusHijos se convirtió en tendencia nacional. Organizaciones de derechos humanos y colectivos ciudadanos han expresado su solidaridad con las víctimas y su condena a los niveles de violencia que azotan al país.

Por su parte, el gobernador Rubén Rocha Moya condenó los hechos y prometió investigar el crimen, asegurando que los responsables serán llevados ante la justicia. Sin embargo, para los manifestantes, estas palabras no son suficientes, pues consideran que las autoridades han fallado sistemáticamente en garantizar la seguridad y el bienestar de la población.

Una marcha que marcará un precedente

La movilización en Culiacán no es solo un llamado a la justicia por una familia destrozada, sino también un grito colectivo contra la impunidad y el abandono institucional. En un estado donde la violencia parece haberse normalizado, la marcha se convierte en un recordatorio de que la ciudadanía no está dispuesta a callar.

Mientras las velas del altar en honor a Antonio, Gael y Alexander siguen encendidas, el mensaje de los manifestantes resuena con fuerza: Sinaloa merece paz, seguridad y justicia.