En Reynosa, Tamaulipas, un caso peculiar ha llamado la atención. José “N”, un hombre que durante tres años aseguró ser ingeniero en PEMEX, fue descubierto por su prometida, Verónica “N”, cuando lo encontró trabajando como cajero en un supermercado.

La pareja se conoció en un buffet de comida asiática y, según Verónica, fue amor a primera vista. Tras un intercambio de miradas, José se acercó a pedirle su número de teléfono, iniciando así una relación que pronto se tornó seria. Desde el inicio, José aseguró trabajar en PEMEX, algo que parecía creíble por su manera de vestir, los vehículos que usaba y los lugares que frecuentaban.

“Siempre llegaba a mi casa en uniforme de PEMEX, con carros nuevos y me llevaba a restaurantes costosos. Nunca dudé de él”, explicó Verónica, quien en ese entonces estudiaba para ser química farmacéutica bióloga en la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

Sin embargo, todo cambió cuando, a seis meses de su boda, Verónica fue a un supermercado a comprar algunas cosas para un familiar hospitalizado y se encontró con José trabajando como cajero. La revelación fue devastadora, ya que ella había abandonado sus estudios pensando que él la mantendría. Además, su familia ya había hecho un préstamo de 50 mil pesos para el salón de la boda, que ahora quedaba en el aire.

José confesó que había sostenido su mentira a base de préstamos, autos rentados y uniformes clonados. Según explicó, sus aparentes descansos de “15 días” en PEMEX eran en realidad días libres de su trabajo en el supermercado.

Tras descubrir la verdad, Verónica decidió romper toda relación con José, quien, resignado, aceptó las consecuencias: “Ya me quedé endeudado en Coppel y con un anillo falso de Tiffany que seguro descubrirá. Al menos comí bien esos tres años”.

La historia culmina con una lección sobre la importancia de la honestidad, dejando a José con deudas y a Verónica buscando un nuevo comienzo.