El Xandú, una tradición que nunca muere
Tomas Chiñas Santiago, cronista juchiteco narró que esta celebración es la alegría de los vivos de volver a ver a sus muertos, aquellos que ya partieron al cielo y a su regreso le dedican ofrendas, por eso es “una tradición más fuerte que cualquier pandemia”.
“A la llegada de los españoles a Juchitán, se da una fusión de dos culturas; sin embargo, los Binigulasa (auténticos zapotecos) no acataron los días de celebración impuesta por los conquistadores que son el 1 y 2 de noviembre, ellos mantuvieron las fechas 30 y 31 de octubre”.
Abundó que el Biguie´ o Beedxe’ , va más allá de las tradiciones del día de muertos, es la esencia de recibir a un familiar en tu casa, convivir con ellos durante varios días y consentirlos con su comida favorita.
El 30 y 31 de octubre, los familiares hombres y mujeres visitan la casa del difunto, los hombres comienzan a arreglar el altar o el beedxe’; por su parte las mujeres preparan tamales de hoja de plátano, pollo y mole negro”.
“Aquí se privilegia el tequio, y eso ayuda mucho económicamente, los vecinos y amigos llegan y ayudan para elaborar tamales, adornar el altar, algunos traen flores y frutas y así el gasto va siendo menos porque esta tradición es cara pero se conserva”.
A media mañana, las mujeres salen a visitar las ofrendas, llevan flores de cempasúchil, dan su apoyo económico (limosna) y una veladora, a cambio reciben dos tamales y un pan; mientras tanto los hombres también aportan su contribución económica, los invitan a cenar y permanecen en el velorio.
La música es imprescindible, no puede faltar en este tipo de celebraciones y se cantan o interpretan canciones preferidas del difunto.
El 3 de noviembre a partir de las tres o cuatro de la tarde, el altar o biguie´, se levanta después de realizar un rosario, porque según cuentan los zapotecas, es a esa hora en que las almas retornan a su lugar de origen. Las frutas y los alimentos se comparten con los amigos y familiares como muestra de agradecimiento por su acompañamiento.