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Que el 8 de Marzo fue declarado oficialmente como el Día Internacional de la Mujer por la ONU es algo que ya muy poca gente ignora. Fue en 1975 y, desde entonces, cada 8M miles de mujeres de todo el mundo salen a las calles para manifestarse a favor de una completa igualdad, celebrando los derechos conquistados hasta la actualidad y señalando los que quedan por conseguir.
En las últimas décadas del siglo XX y a raíz del reciente auge del feminismo, durante los últimos años se ha extendido por todo el mundo una nueva forma de protesta que ha permitido visibilizar todavía más el papel esencial de las mujeres en la sociedad actual, y cómo este es todavía hoy menospreciado. Se trata de las huelgas masivas y selectivas –pues solo paraban la mujeres– que en las recientes jornadas del 8M se han extendido también a muchos países.
Y no es casualidad que el origen de esta forma de protesta también se encuentre en el año 1975. Ese no solo fue el año en que la ONU estableció un día oficial de la mujer, sino que tres años antes, en 1972, también se había declarado 1975 como el Año Internacional de la Mujer. Se trataba de un reconocimiento a la Segunda Ola del feminismo, que por entonces ganaba presencia en muchas ciudades europeas y estadounidenses.
Fue precisamente en el marco de este año excepcional que las mujeres de la sociedad islandesa se levantaron para decir basta. Se organizaron diversas acciones a lo largo del todo el año, pero una de las que más repercusión consiguió fue una huelga nunca antes vista. Las organizaciones feministas del país, con la Redstockings a la cabeza, hicieron una llamada a la huelga solo a la parte femenina de la sociedad islandesa. Su objetivo era visibilizar el trabajo femenino en los diferentes sectores y demostrar como estos eran esenciales para la dinámica social y económica del país, denunciando a su vez la brecha salarial.
Muchas de las protagonistas de ese histórico día explican que hubo un factor clave para que la jornada alcanzara el éxito. El comité de la organización decidió no etiquetar la protesta como una huelga sino como ‘un día libre’. De este modo pretendían garantizar una ausencia masiva de mujeres en sus trabajos sin que estas pusieran en riesgo su puesto o el salario correspondiente a ese día. Mediante esta estrategia consiguieron que ni siquiera las propias empresas pudieran oponerse a ese ‘día libre’.
«Se intentó garantizar la ausencia masiva de mujeres en sus trabajos sin que estas pusieran en riesgo su puesto o el salario»
Pero es que la huelga era mucho más ambiciosa. El plan era que las mujeres no desempeñaran ningún tipo de actividad laboral pero tampoco de consumo, de cuidados o académico, ni en la ciudad ni en las zonas rurales. Y, efectivamente, el viernes 24 de octubre de 1975 la llamada se convirtió en todo un éxito.
Los datos confirmaron que el 90% de la población femenina participó en el llamado ‘día libre’, vaciando los puestos de trabajo y llenando las calles. En el centro de la capital, Reikiavik, se reunieron alrededor de 25.000 mujeres, una cifra muy considerable teniendo en cuenta que la población total de Islandia era alrededor de 210.000 personas.
Durante esa jornada, las escuelas y las guarderías tuvieron que parar su actividad, también las factorías de pescado, cuyo personal era mayoritariamente femenino, y muchas tiendas permanecieron cerradas. Los periódicos no pudieron imprimir debido a que la mayoría de las tipógrafas y secretarias eran mujeres. Negocios y oficinas de la administración permanecieron cerrados, así como muchos bancos y el aeropuerto, que sin azafatas tampoco podía funcionar.
Los hombres tuvieron que tomar el relevo en el cuidado de los hijos y en todas las tareas domésticas de modo que las oficinas se llenaron de niños que sus padres tenían que llevar al trabajo. Incluso en la radio se colaban los gritos de los niños que no habían podido ir a la escuela. Los supermercados se vaciaron de salchichas, una comida popular en Islandia, fácil de cocinar y que gustaba mucho a los más pequeños. Al final del día, fueron los propios hombres quienes bautizaron la jornada como ‘un largo viernes’, tal y como es recordada todavía hoy.
Artículo originalmente publicado en National Geographic
Redactora y Editora: Guiomar Huguet PanéGuiomar Huguet Pané.
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