Pese a que el trabajo de las artistas plásticas oaxaqueñas se conoce un poco más, aún permanecen en este sector prácticas de invisibilización, machismo y acoso contra las mujeres que muestran interés en desarrollar sus habilidades plásticas, expresa Alejandra Canseco, creadora de Alalimón Laboratorio de Arte.
“Oaxaca es muy machista y creo que muchas prefieren no ser frontales, pero sí me parece que la lucha de las mujeres y el trabajo que se ha dado desde los feminismos en Oaxaca hoy está dando resultado, es visible en el trabajo creativo de chicas jóvenes, pues abordan de manera directa la condición de las mujeres y la necesidad de plantearse otros modos de ser”.
Sentada en una mesa al aire libre, frente a su taller de Libres #800 en la ciudad de Oaxaca, explica que en este espacio se trata de enfocar el trabajo de las mujeres y de “equilibrar la balanza”, pues los lugares en donde se aprende y se exhibe arte siguen siendo “asimétricos”.
Convaleciente tras enfermar de Covid-19, pese al cual sigue trabajando, detalla que el laboratorio funciona para abrazar los proyectos de mujeres y rehacer sinergias con ellas, que sirva para que algunas de ellas den talleres o sea una ventana para la visibilidad de su obra.
“Algo pasa en el trayecto de producción a la exhibición y la venta que muchas mujeres se quedan en el camino. Para varias, es complicado y muchos de los espacios de gráfica en Oaxaca están dirigidos por hombres y la mayoría de los que están ahí son chicos”.
Canseco recuerda las dificultades y violencias que ha vivido a lo largo de 10 años, desde que estudiaba la instructoría en Artes Plásticas y posteriormente la licenciatura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO).
En ese tejido, trabajando entre maestros reconocidos de las artes gráficas en el estado, afirma que le fue posible entender cómo funciona el “pacto patriarcal”, pues atravesó situaciones de acoso, que no se le reconociera su trabajo en proyectos en los que participó o, incluso, recibir o escuchar comentarios sexistas de profesores hacia ella y otras mujeres.
“Yo me molestaba mucho y no entendía por qué mis compañeras se reían, que hicieran esta complicidad, yo me enojaba y confrontaba. En ese tiempo quizá mis compañeras no eran conscientes de eso, era raro que se lo cuestionaran”.
El mantener el dedo sobre el renglón en su trabajo como artista plástica le develó la necesidad de tener un espacio físico, algo parecido al libro de Virginia Woolf, Una habitación propia, y abrirlo al público, en un sentido de profesionalizar su trabajo.
Fue así como nació el laboratorio en el que ahora ofrece talleres de grabado, expone su obra personal y de otras mujeres, además de vender cuadros, playeras y objetos diversos intervenidos con alguna obra.
“A lo largo de mi camino me he dado cuenta que hacen falta muchos espacios para mujeres, sigue predominando mucho el machismo, la estructura patriarcal, esta idea de los maestros, la idea de las mujeres como secretarias, como musas y solamente se puede contrarrestar esa parte con el trabajo”.
Además, alterna su labor en el laboratorio con talleres que ofrece a defensoras de derechos humanos, quienes canalizan el desgaste de su labor mediante el ejercicio de la gráfica, como una forma de sanación.